domingo, 30 de septiembre de 2012

El cielo es de todos


Voy volviendo a mi. Salgo de vos y entro en mi, otra vez. Esto es casa. Y aunque me den ganas de llorar, aunque quiera encontrar el futuro en el ahora, cuando vuelvo a casa encuentro paz. Mi paz. Tus ojos son míos, mis manos son tuyas. ¿El cielo? El cielo es de todos. Pero en casa, las nubes se despejan si soplo fuerte. Yo sé despejar mi cielo, aprendí... Cuánto costó.

El nudo del ego en el estómago. No. No quiero. No me lo merezco. Tengo todo lo que tengo que tener. El amor existe: yo lo sé. Y brilla. Y es transparente. Pero cambia de color. Algunas veces es azul, otras verde... Y a veces tan transparente que no se ve. El color ideal. Un arrorró. Soñar no alcanza: vivir, sí.

¿Y si un día empiezo a volar? Hace tiempo que sueño con dar vueltas en el aire, cerca del sol. Y me lanzo hacia atrás, boca arriba, para no perder detalle. Y el nudo se deshace: el amor sostiene.

No dejo de soñar. Pero hago esta vez. No quietud. No más. ¡Con lo que me gusta caminar! Qué se yo cuántos caramelos quedan en mi bolsa cuadrillé celeste y blanca como la que llevaba al jardín de infantes del Normal 4...

¿Que qué es la felicidad? Uf, tantas cosas...

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Para volar más alto


Late fuerte. ¿O no late? Late de latir: no estoy en Italia. Claro, no: sería latte. ¿Sabés? Ahora nado espalda. Miro al techo, miro al cielo. El corazón me late fuerte y miro al cielo. Hay sol. Siempre hay sol. Aunque llores: hay. Y la meseta se me hizo montaña. De golpe. A los ponchazos. ¡Cuánto placer vivir! Y recuerdo mi viaje a Ushuaia, y que volar me da miedo, pero cuando despego, me emociono: estoy viva. Y todo es tan chiquito. De golpe. Y el cielo está tan cerca. Mar, tierra, cielo, aire, sol: todo ahí, a tu alrededor. Y Radiohead entrando desde mis oídos hacia el corazón. Que late. Y (otra vez de golpe) la monotonía –que no es monótona– desaparece y detrás de una montaña se asoma el fin del mundo... ¿O el principio?

Volar me da miedo pero cuando despego soy feliz. Con la vida me pasa lo mismo. Exactamente lo mismo. El miedo me hace sentir viva. Y del temor a la carcajada. Y del hoy a quién sabe dónde. 

...

Laberinto. No, laberinto no. Es mucho más fácil. Si te subiste, vas a despegar. Sí, vas a despegar. Creo que ya despegaste cuando decidiste subir a pesar del miedo.

Cada vez que llego a la pileta, me tiro de cabeza. Debajo del agua me siento más liviana, veo todo azul y hay silencio. La paz. Cuánta paz.

No tiene final esta vez. Queda abierto.
(Tengo una varita mágica que me prestaron).