lunes, 22 de diciembre de 2014

Nuevo



Nuevo. Feliz. Amor.
Viejo. Infeliz. Odio.

Alegría. Luz. Blanco.
Tristeza. Oscuridad. Negro.

Una mezcla. Todo no se puede. Tal vez el secreto está en encontrar un equilibrio, la alquimia que permita sobrevivir al vaivén de la vida. Y de la muerte.

Siempre deseo claridad. Siempre. Y sé que sería imposible lograrla –por segundos, por instantes– si no me animara a bucear en la oscuridad más densa. Porque sé que saldré a flote. Tengo con qué.

Un año nuevo será un poco de todo eso. Un montón de contrastes. Es falso el cliché de la sonrisa eterna. E insisto: Papá Noel, existe. Sos vos mismo. Podés decidir qué ponés en la bolsa, qué descartás, qué guardás –aunque pese mucho– y por qué. Qué conservas –aunque casi no se vea de lo liviano–... y para qué.

Si yo fuera sabia, te desearía sabiduría. Pero no, no lo soy. Y tampoco quiero.

¿Y qué te deseo, entonces? Paz.
¿Cómo la conseguís? Yo tengo mi receta y la voy cambiando todo el tiempo. Te deseo que logres encontrar la tuya y que seas lo suficientemente flexible como para modificarla cuando haga falta. Yo no soy extremadamente flexible, pero me esfuerzo mucho por mejorar, ¿eh?

Ojalá que amemos mucho. Que descubramos el placer de ser solidarios. Que no tengamos miedo de estar solos, que podamos reírnos de nosotros mismo. Que nos conmovamos fácilmente, y que sepamos decir que no. Y también que sí.

¡Que recibamos todo aquello que estemos dispuestos a dar!

Paz, paz y paz.