jueves, 9 de marzo de 2017

Creo


Me salteé febrero. Entro en marzo. Marzo porteño, con poco mar. Me faltó un poco más: es lo que hay. Todo no se puede. Frases hechas, un poco deshilachadas. A veces sirven, otras aburren. Para adelante. Sol hay en todas partes. Qué bueno. Gritar como loca, de alegría. La tristeza es silenciosa, pegajosa, pringosa. Attenti, porque te engulle, te atrapa y te sofoca. Basta para mí, basta para todos. ¿Qué es eso de andar peleando y enfrentándose todo el tiempo? Ufff...

Don´t let me down...

Fabia me regaló una lámina de Los Beatles, prolijamente enmarcada. Ellos me sonríen, casi que les rezo y a veces son mi Dios. Yo creo en la música. Creo fervientemente: nada más ecuménico.

Me pregunto: cuando hay hambre y no hay pan duro, ¿qué hacemos?

Don´t let me down...

Está todo un poco turbio. Mucho ruido y nueces rancias. Run, run, run. ¿Por dónde se sale de acá? Por donde haya mar: donde hay mar hay horizonte. Por eso me gusta tanto ir a la playa.

Ya sé: necesitás esperanza. Yo también. Y Esperanza Spalding no puede con todo. Verde, verde es todo lo que he visto: ese color nos ayudará.

Bueno. Divagar es necesario. Como una rutina de des-con-trac-tu-ra. No estuvo pulido, ni suave, ni bello. Aunque las palabras son siempre –al menos– pintorescas. Las letras ensambladas marcan un ritmo único, una cadencia especial. Leer y escribir no es suficiente. Entender y aprender es necesario. Y todo, todo, todo eso que acabo de decir es para mí.

Tengo un mundo de sensaciones, un mundo de vibraciones que te quiero regalar...