sábado, 21 de septiembre de 2013

Flores (y punto)


Demasiado silencio. Demasiado cuidado. Toneladas de lenguas mordidas. Para callar. Para no ofender. Para ser "lo que hay que ser". Se acabó. Hace rato. Y hoy, es otra vez primavera. Las flores nunca se callan: se abren cuando llega su tiempo, perfuman, adornan. Embellecen. Luego, se marchitan. Y mueren. Pero mueren para transformarse en fruto, en semilla. Y así, renacen. Está claro: hay que morir y renacer, morir y renacer, morir y renacer... Hasta morir (y, tal vez, renacer. Yo no sé).

Ser flor, duele. Ser dolor... aburre. "Ser" es profundo. También es un yogur. Depende desde dónde se lo mire. Como las flores. O Las Flores. O Lola Flores. O "Flores Lola". O vivís en Flores.

Desacartonate, querés. Ya sé que no existe. Justamente. Eso es "desacartonarse": ser o no ser. ¿Te suena? Lo dijo Hamlet. O Jámlet. O como quieras. Veo tantas "o" en este texto que de repente parece que estuviera lleno de agujeros. Falló el antipolillas. Es que el veneno mata a la polilla y también al que aprieta el aerosol... Pensalo.

Estoy paveando. Es la primavera. Yo voy a comprar flores en maceta. Y voy a completar mi balcón. Y, de paso, voy a volverme planta. Si el verde me encanta y me queda bien. ¿Cuál es el problema?

Ya sé que eso de "renacer" en primavera es un cliché. O un clisé. O un "chiclet"... PSSSSSSSSSSSSSS: matapolillas... ... ... Los agujeros. ¿Ves? Te intoxicaste al cuete y siguen apareciendo las polillas. Mejor volvete planta y ya no uses sweater. Y no hay más agujeros, ni matapolillas. Y a lo mejor, te transformás en flor. Y volvemos al comienzo de este texto. Y así. Primavera, verano, otoño, invierno y... ¡Primavera!

Es que fuimos a ver a Yayoi Kusama: no me pegué los puntos de colores en la cara, pero parece que algo de sus obsesión quedó en mí.

Y... qué sueño. Punto. Punto. Punto. (Sacate eso de la cara, por favor). Punto.