domingo, 19 de octubre de 2014

Llena de rulos dorados


Cada peldaño del tobogán al que me subo toda vez que me lanzo a escribir tiene hoy tu imagen. Es que está terminando el día en que se cumple un año de tu muerte. Tu muerte. Qué ridiculez. Cada vez me parece más y más ridícula la muerte. ¿Qué quiere decir "muerte"? ¿Que dejaste de respirar? Ahá. Mirá vos... Estoy más enojada que triste. No sé. Si morir es desaparecer, eso está solo en los papeles porque para mí no te vas, amigo. No te vas.

Pero te fuiste aunque a mí me enoje. No hacía falta. Ya había aprendido que la vida casi nunca es lo que yo espero. No hacía falta perderte. Y hoy no tengo ganas de ponerte flores. Hoy estoy enojada. Porque no entiendo.

Tantas veces te habrás reído de mis enojos. Te reconocías ahí: nos parecíamos.

Si sigo en esta dirección voy a empezar a escribir una catarata de malas palabras. Porque ya lloré muchas veces. Y no se me pasa.

Pero si no encuentro un bálsamo que me ayude a suavizar, tu muerte no va a servir nada más que para amargar la vida de los que te quisimos. Y eso no es justo, no te hubiera gustado. Así que cierro esta página y arranco desde arriba.

...

¿Vos conociste al Freddie Mercury de Balvanera? Acabo de escucharlo cantar. Una mezcla del líder de Queen con licor de huevo y una pizca de Sandro. Qué se yo. Qué fácil es para algunos encantar. Y para otros disfrutar. ¿O es una puesta en escena? ¿Una parodia del sentirse feliz? Aunque me esfuerce voy a drenar acidez hoy. Tal vez si hago la vertical contra la pared y veo todo al revés pueda arrancar un día feliz. No sé. No me animo. Hace mucho que no lo intento y me temo que pueda terminar mal.

1, 2, ultraviolento-o...

No me reconocerías. He sido tan temerosa que cada vez me animo a más cosas. Desde hace un tiempo estoy jugando a decir lo primero que me viene a la cabeza, o a escribir sin pensar. Menos mal que practico yoga y nado, nado, nado. Nada, nada, nada.

Nada, nada, nada.

La nada no existe. Tanto gurú de manual... Tanto pre-fabricado. Extraño tu digo-lo-que-se-me-canta. Te extraño.

Va de nuevo: si no encuentro un bálsamo que me ayude a suavizar, tu muerte no va a servir nada más que para amargar la vida de los que te quisimos. En el show había una bebé. Preciosa. Llena de rulos dorados y con ojos negros y penetrantes. Estaba a upa de su mamá. Aplaudía y giraba la cabecita para buscar mi mirada. Y señalaba. Lo repitió muchas veces, hasta que se durmió. 

Tu alma andaba cerquita. Yo creo en eso. Te quiero.