Y desde mi balcón no se ve el horizonte. Pero hay. Si el mar estuviera cerca, por esta vez, entraría corriendo y aleteando con los brazos como para salir volando antes de que me revuelque. Porque necesito que algo se mueva y destrabe esta letanía. Y no sé cómo hacer. No, no es un tema de reglamentos. Nada de eso. Es querer jugar y disfrutar. Y mover. Y, de nuevo, hacer como que volamos... ¡y volar!
Hay un solcito fresco, pero solcito al fin. Dejo que me alumbre, que me dé calor. Si cierro los ojos veo negro, rojo y por fin llega el naranja. Y el amor no se va, permanece. Me acabo de acordar de que a veces duele.
Pienso que si además de mover los brazos corremos un poco, en algún momento, vamos a despegar. Vas a ver. Seamos un biplaza para siempre.
Ahí va el Capitán Beto por el espacio...