domingo, 18 de mayo de 2014

Nunca sin almohada


Algunas veces siento que ser feliz es tan fácil... Abrís la ventana, mirás el cielo... Si hay mar, ¡mejor! Si tenés al amor cerca, casi perfecto. Tener al amor es, antes que nada, tenerte a vos. Desde ahí, podés construir casi infinitas cosas. Algunas pequeñas, otras muy grandes... Nada de eso –para mí– tiene que ver con lo material. El alma se alimenta de afectos, de colores, de melodías. De lo que podés hacer con lo que sos. De lo que podés ser con lo que hacés.

Los trabalenguas nunca han sido mi fuerte. Se me traba la lengua, literalmente. No importa, ya no quiero confusión. Quiero libertad y la tengo. Y encuentro amor porque (creo) que ya aprendí dónde no hay. Busco donde hay, y si me equivoco me voy. Ah: amor es muchas cosas. Muchas. Tantas. Infinito. Mirá el cielo. O el mar. En el ombligo, no hay.

El ombligo sirve para que recuerdes de dónde venís: de un lugar que no recordás. Es decir que tu origen (más allá de lo obvio) es muy incierto. Entonces: ¿por qué creemos que el destino está marcado? Tanta cabeza... ¿para qué? Se puede volar sin alas, se puede cantar sin voz, se puede soñar, ¡pero nunca sin almohada!

Qué felicidad me da ser feliz. Sentirme fácil. Liviana. Estar contenta porque hay chocolate o sol. Te extraño tanto que a veces lloro de repente, apoyada en la pared. Dura quince, veinte segundos y sigo viviendo como si nada, para encontrarme otra vez con la música que me heredaste, que te agradezco más que mil mansiones... Solo querría que existiera la forma de volver a sentir que quedo atrapada en la colcha que ajustás con precisión de ingeniero para que me duerma protegida, segura, sabiendo que si necesito un abrazo me lo vas a dar...

El cielo tiene suerte de haberte recibido. Y yo te prometo que voy a ser lo más feliz que pueda hasta el último día de mi vida.

(20 segundos)

Mañana va a ser un día soleado.
Las fechas son convenciones.
Voy a ser lo más feliz que pueda: amor es eso también.