viernes, 24 de julio de 2015

Ensalada César


En medio del vaivén de la hiper-comunicación. Siempre conectados, muy desconectados. Porque nada reemplaza un abrazo, un beso o mirarse a los ojos. Pero no nos prestes mucha atención a mí y a mi nostalgia. La tecnología es una parte importante de nuestras vidas y –de hecho– acá estoy, expresándome a través de un blog.

Hoy me gustaría estar tendida sobre la arena de una playa, en verano. Hoy no: siempre. Pero como ahora no existe esa posibilidad y a esta altura del partido me aburre mucho detenerme en lo imposible, voy a hacer un listado de lo que tengo a mano para estar contenta: una frazadita colorida, aceitunas griegas, alguna buena peli o varios capítulos de The Big Bang Theory, chocolate amargo, pantuflas, letras, deseos, músicas.

No. No soy hippie. Pero pensá: en cualquiera de mis opciones encontrás más de una utilidad. La frazadita te abriga, y los colores te alegran. Las aceitunas son gloriosas y con los carozos podés jugar al mini-básquet. Las pelis te entretienen o te dejan alguna nueva idea en la cabeza y –si son un plomo– te cantan un arrorró. El chocolate amargo te provoca sensaciones que nada tienen que ver con la amargura. Las pantuflas te mantienen los pies calentitos pero también podés usarlas como instrumentos de percusión. Las letras sirven para escribir todas estas pavadas o para hacer una sopa. Los deseos se cumplen o no se cumplen, pero te impulsan a seguir entusiasmándote con la vida. Y las músicas... son la vida. Para mí.

Para mí las músicas son las que se escuchan o se cantan y se tocan con instrumentos y también todo aquello que te hace vibrar. Carcajadas, cielos, amores, pasto. Amigos. Silencios. Serenatas. Festejos. Juntadas con tu familia más querida. Murmullos. Soles. Llanto. Vuelos. Y otra vez los deseos. Los buenos deseos.

Dicen que desde los buenos deseos se construye la felicidad. Yo no sé. Pero me gusta el ejercicio del optimismo. El límite está en la profusión de diminutivos y agudos: ahí se me va toda mi Heidi al tacho. Guardo los colores, la frazadita, el chocolate y me hundo en la más profunda decepción. Nada de "besis", "okis" ni "chauchis"... Al César lo que es del César...

(¡Heidiiii! ¡Heidiiii, volvé!)