viernes, 24 de junio de 2011

Italia con Miami y Dios


Quiero que sea verano, que haga calor y estar en la playa tomando mate. Si hay medialunas, mejor. Si no, no importa. Ir con la mirada desde mi ombligo al horizonte y de vuelta al ombligo. Tal vez me distraiga con algo más. Pasa un avioncito con un cartel flotante que dice: "Beldent" y pienso: "Esto existe desde que hacía topless en Mar del Plata, a los 4..."


Soy feliz en el verano, sobre todo si estoy en la playa, o en la sierra, o en el balcón de mi casa. Tengo un malvón y un jazmín, una pizca de naturaleza en medio de esta esquina urbana de Almagro / Caballito (los vecinos dicen Caballito, pero el mapa dice Almagro). También se ven cúpulas, y palmeras, y cielo: una mezcla de Italia con Miami y Dios. Buena descripción para Buenos Aires, ¿no?


Pero volviendo a mi habitual alegría estival, ¿será que aterricé en diciembre? ¿Será que –según cuenta mi mamá– me fabricaron en Mar del Plata? Fin de semana romántico en el departamento del tío Bebe, una especie de Isidoro Cañones que luego fue mi padrino. Se hacía llamar "doctor" y tenía una maestría en timba... Un personaje.


Soy feliz en general, a decir verdad. Y cuando me siento infeliz, trato de que me dure poco. Para eso, existe la alegría instantánea: Michael Jackson, por ejemplo. Lo primero que compré cuando alquilé este departamento, a fines del año pasado y después de una temporada difícil fue "Thriller". Probá: no hay forma de evitar bailar con ese disco.


¿Querés mi receta de alegría instantánea? Anotá:


Michael Jackson
Queso rallado
Caminar o nadar
Chocolate para taza
Jugar con niños
Jamiroquai
Juntarse con amigos
Un buen show en vivo
...
...
Etc., etc., etc.


Quiero que sea verano, que haga calor y estar en la playa tomando mate...

domingo, 19 de junio de 2011

Arrivederci


Y pasan las horas, los días, los años. Rutina, no rutina. Cielo, sol, lluvia, frío, calor. Amor, desamor. Sueño, insomnio, hambre o no. Vida, en fin. Muerte. Yo te extraño, pero sé que es parte de la vida que te hayas ido y que no te olvide. Que te llore, que me ría al recordarte. Todo, todo, todo esto vale la pena. Eso aprendí. Eso me enseñaste. Y a cantar. Y a disfrazarme para –de alguna manera– decirle al dolor que no me hunde. Nunca. Yo sé nadar bastante bien. Y no me burlo de la tristeza. Sólo la atravieso recurriendo al humor, al amor, a la música. Y la alegría, llega. Cantando, bailando, escribiendo o caminando.

Te quiero, papá. De mi corazón nunca te vas, ni te irás.

¡Arrivederci!