domingo, 29 de julio de 2012

El color ideal


Si entrecerrás un poco los ojos, podés enfocar mejor. Tal vez por eso los orientales manejan un nivel de sabiduría superior. Bueno, no sé si se trata de superioridad, pero pueden ver las cosas con una sencillez que te acomoda los pensamientos rápidamente. Alinear cabeza, corazón y espíritu. Ver las cosas como son, pero a lo mejor con un color propio, nuevo. Ideal, no: distorsiona. Además, ¿cuál es el color ideal?

Hoy mientras nadaba y pensaba (para eso voy a nadar) me pasó algo interesante: de ida casi lloraba por un pensamiento que se me cruzó entre la gorra y las antiparras y cuando estaba pegando la vuelta, le pegué la vuelta a esa idea triste y se volvió esperanzadora... ¿Será que los orientales son buenos nadadores? ¿Será esa la intención de las señoras (y señores) que se estiran la cara hasta parecer orientales? A lo mejor estamos equivocados y no es una manera de sostener el ego de la juventud. Sí, ya sé... Estoy destilando ironía en este comentario. Pero si no la destilo acá, ¿en dónde? ¿Para qué escribís, si no?

¿Te acordás de los caramelos Suchard? Eran unos que venían envueltos en papel blanco y los extremos  tenían colores acordes al sabor. Apenas los probabas eran ácidos, pero después se volvían dulces. ¿O era al revés? Creo que me parezco un poco. Un poquito, nada más. Y solo a veces.

Están repitiendo las pruebas de natación de hoy. Las voy a volver a ver. Me encantan los nadadores. Ellos deben saber lo que yo trato de descubrir.

A sus marcas...
Listos...

domingo, 1 de julio de 2012

Con "A" de Amor


Ruidos de domingo anocheciendo. 

Casi siempre escribo los domingos, esquivando el ocaso del fin de semana... Eso es un cliché: a mi no me deprimen los domingos. Me deprimen la soberbia, la violencia, la insensibilidad, el enfrentamiento innecesario. Y me enciende la música, nadar, bailar, amar y un montón de cosas más como, por ejemplo, las empanadas de carne de Amelia. 

Amelia es hija de un vasco grandote y fuerte y de una descendiente de tanos con una polenta que te la voglio dire... Ella dice, y cuando dice, te mira a los ojos. Es frontal y es payasa. Dura y tierna. Fuerte y débil. Transparente. Ella te abraza aunque no lo haga. Te abraza con arroz con leche y a veces con sus brazos pulpo y sus manos bellas. Te sostiene aunque esté lejos. Y ahora que está cerca, me tomo el colectivo y la voy a visitar. Y cuando entro a su casa cálida, moderna, colorida, siempre perfumada e impecable, entro nuevamente a su matriz, a mi refugio.

Amelia es mi mamá. Y tengo tanta, tanta suerte...