domingo, 21 de octubre de 2012

Door


Desde hoy al mediodía vengo pensando en que soy como un caracol: mi casa soy yo. Un caracol que ama pero que no está dispuesto a reptar.

Me gusta el sol. Me gusta que brille, que caliente. ¿Que queme? No. Yo siempre uso protector. 

No me gusta llorar, aunque a veces me hace falta... De mis ojos salen ríos que van regando mis pies, y así las raíces se hidratan y puedo reverdecer. Cuando lloro siento que algo se despega, algo pringoso y desagradable, una especie de red que me paraliza. ¿Y las manos? ¿Y las piernas? ¿Para qué las tenés? ¿Y la cabeza? ¿Y el corazón? Eso: ¡el corazón! Late, mujer... ¡¡¡Vive!!! ¡Ahí está! ¡Te recuerda a cada momento, a cada instante que estás viva! Qué necedad no querer escuchar...

The long and winding road that leads to your door... 

Your door es my door... Y si no coinciden... Cartón lleno: game over. La boina: no te olvides de la boina... ¡Tenés tres! Dos vascas y una berlinesa. Y tus bombas son de sueños. Y tus manos pueden escribir. Y tu voz puede cantar. Y tus ojos aprenden a ver. Y seguirás aprendiendo hasta morir. Y tal vez más allá.

Volvé a visitar a Spinetta que sobrevuela la Biblioteca Nacional en naves como la del Capitán Beto. Y la bandera de River. Y sus guitarras. Y sus manuscritos. Y sus dibujos. Eso es vivir: quedándote o yéndote.

Amor. Ay, el amor. Pan con manteca y café con leche (o menú con papas fritas y good show).

No, no escribo incongruencias: ¿vos te entendés? Yo sí: mucho más de lo que creo. Mientras pueda drenar, va a estar bien. Si, sí: ya sé... ¡a nadar! Mientras nades no te vas a ahogar.

Algún día escribiré algo que les sirva a los que leen. Creo. No sé. Seguramente nunca. Lo mío es auténtica autoayuda. Por ahora.

Y llovía, llovía...