domingo, 31 de agosto de 2014

Buda


Ya entendí que no tengo por qué saber. Que suponer es una pérdida de tiempo. Que si puedo, pregunto. Si no hay respuesta, sigo de largo. Al final aprendí a conducir. No tengo cuatro ruedas, tengo dos piernas, dos brazos, mil millones de antenas... Un insecto encantador.

Pero, ¿por qué insecto? Sí, a mí me gusta volar. También me gusta soñar. Pero ya no tanto. Porque, ¿viste?, "los sueños, sueños son". Prefiero tu carita llena de dientes, tus ojos curiosos y tus manos fuertes. Y las tuyas, también. Y las de más allá. Y las mías, claro.

¿Sin música? Ni loca. Loca estaría. O peor: deprimida. Escuchando me escucho. Escucho todo lo que necesito: me alimenta más que el Nestum. Y de repente, despego. Y ya ni sé qué era lo que me preocupaba... ¿qué era?... ... ...

Y otra vez antiparras a mí. Veo todo, entiendo todo. Llego adonde quiero, me estiro y toco el borde que ahora es orilla y mañana, horizonte. Y el techo no existe, y el cielo me abraza y las nubes bailan a mi ritmo. Y otra vez me acuerdo de vos. Y otra vez me olvido. Y no pienso más. Me río a carcajadas.

Inspirar. Exhalar. Hoy duermo con Buda. ¿Qué más puedo necesitar?