martes, 26 de abril de 2011

Chacareras en el cielo de un dios hippie


La vez pasada le decía a un amigo: "Ninguna lira... Mi papá debe haber agarrado la criolla y estará tocando chacareras en el más allá". O cantando tangos. O las dos cosas. No pude haber heredado algo mejor. De ninguna manera. Él se emocionaba cuando escuchaba una buena voz. Una "voz celestial", como la de Pavarotti. Y bueno: espero que ahora las disfrute en vivo y en directo.

El cielo. Cuando era chica creía en un señor (Dios) con barba y pelo largo, pero no tan "zurdo". Una especie de abuelito bueno y algo hippie. Cuando fui creciendo, cambié de parecer. Y si bien ya no creo en "el abuelito", siento que hay una energía que persiste cuando te vas de este mundo. Y el amor tiene que ver con eso. Ese amor que tanto deseamos sentir, que anhelamos e idealizamos y que pareciera que nada tiene que ver con la muerte. Tal vez el "más allá" sea el más allá del ego. Y eso es el amor, ¿no?

El ego. ¡El ego! Qué laburito, amigos, reconocerlo en uno y calmar a la fiera... Es que si el ego fuera un animal, para mi sería un felino. Uno bien feroz, rebelde y caprichoso: un leopardo por ejemplo. Pero que, al primer mimo acertado se transformaría en el gatito más simpático y mimoso. Un leogato en todo caso.

Me fui un poco por las ramas. O por el ego. O hasta el cielo.

Ya vuelvo.

viernes, 8 de abril de 2011

Pollo al spiedo


No sé por qué me dan ganas de escibir mientras estoy cocinando... Como si existiera una relación entre el hambre de comer y el hambre de escribir. Y se me ocurren temas muy diferentes entre sí. Recién –mientras cortaba unos zucchinis– pensaba en que todos queremos más o menos lo mismo... Y nos quejamos de las mismas cosas y, básicamente, del desamor. Mujeres y hombres, casadas, solteros, divorciadas, viudos (voy cambiando femenino / masculino para abarcar a todos)... Todos queremos que nos quieran y, a la vez, ¡tenemos un miedo! Y me parece que esto de las redes sociales, los e-mails, el chat, en lugar de unir, separa. ¡Qué querés que te diga! Porque los vínculos muchas veces quedan ahí, en el ciberespacio, en la etapa virtual. Ya no nos escuchamos las voces siquiera: podés evaluar si el otro es fotogénico, cuáles dice que son sus gustos, si es hincha de River o de Boca, a qué se dedica, pero no hay más sentidos que la vista y el tacto (por el contacto de las yemas de los dedos con el teclado, nada más...). ¿Y el oído, el gusto, el olfato?

En esto de los vínculos entre hombres y mujeres yo extraño las voces, los silencios, las risas verdaderas, más allá de un "jajaja" que muy probablemente no sea audible. La adrenalina de encontrarse sin saber bien de qué se trata... Pero hablo del primer impacto, ¿eh? Porque si ya está todo tan cocinado, se pierde un poco de espontaneidad. Qué se yo, me pasa lo mismo con el tablero, la paralela y el pincel: los bocetos se preparaban a fuego lento, despacito. Los ibas diseñando a medida que los producías. Funcionabas a otra velocidad: el auténtico Movimiento Slow ¡que ahora es una "ten-den-cia"!...

En fin. Debe ser por eso que me gusta tanto el pollo al spiedo.

Hasta la próxima.

domingo, 3 de abril de 2011

¡Ayquécursi...!


¿Qué haría sin vos? Me hacés reír, me hacés llorar y me hacés sentir las mejores cosas de mi vida. Mis amores te incluyen, mis fracasos también. Te tengo, te heredé. Te conozco desde que me acuerdo. Me mecías cuando era un bebé, me seguís acunando. Me llegaste, me llegás, me llegarás hasta la muerte y, ¿sabés?, creo que después también. Y muchas veces necesito no escucharte, porque el contraste me hace descubrir lo importante que sos para mi. Como sol-luna, salado-dulce, feliz-triste. Con vos paso fácilmente de la locura a la lucidez, o viceversa. ¡Y te tengo, te tengo, te tengoooo! Sos mía, sos de todos lo que quieren (o pueden) sentirte. Tengo la suerte de ser una de esos todos. Me hacés sentir que vale la pena vivir. Es una frase hecha, cursi... ¡Ya sé! ¿Y qué? Soy millonaria por poder disfrutarte. ¡Gracias, música!