lunes, 22 de diciembre de 2014

Nuevo



Nuevo. Feliz. Amor.
Viejo. Infeliz. Odio.

Alegría. Luz. Blanco.
Tristeza. Oscuridad. Negro.

Una mezcla. Todo no se puede. Tal vez el secreto está en encontrar un equilibrio, la alquimia que permita sobrevivir al vaivén de la vida. Y de la muerte.

Siempre deseo claridad. Siempre. Y sé que sería imposible lograrla –por segundos, por instantes– si no me animara a bucear en la oscuridad más densa. Porque sé que saldré a flote. Tengo con qué.

Un año nuevo será un poco de todo eso. Un montón de contrastes. Es falso el cliché de la sonrisa eterna. E insisto: Papá Noel, existe. Sos vos mismo. Podés decidir qué ponés en la bolsa, qué descartás, qué guardás –aunque pese mucho– y por qué. Qué conservas –aunque casi no se vea de lo liviano–... y para qué.

Si yo fuera sabia, te desearía sabiduría. Pero no, no lo soy. Y tampoco quiero.

¿Y qué te deseo, entonces? Paz.
¿Cómo la conseguís? Yo tengo mi receta y la voy cambiando todo el tiempo. Te deseo que logres encontrar la tuya y que seas lo suficientemente flexible como para modificarla cuando haga falta. Yo no soy extremadamente flexible, pero me esfuerzo mucho por mejorar, ¿eh?

Ojalá que amemos mucho. Que descubramos el placer de ser solidarios. Que no tengamos miedo de estar solos, que podamos reírnos de nosotros mismo. Que nos conmovamos fácilmente, y que sepamos decir que no. Y también que sí.

¡Que recibamos todo aquello que estemos dispuestos a dar!

Paz, paz y paz.


domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Te detuviste a observar a los árboles?


Insisto con que entornando los ojos ves mejor. Y con mi teoría de que es por eso que los orientales suelen ser más sabios que los occidentales. Será un tema de enfoque, de selección. El color no tiene nada que ver, porque aunque el amarillo tenga la fama del sol, eso no quiere decir nada. Porque el sol está aunque no lo veamos, es cierto. Pero si no está, no está.

(Si no estás, no estás.)

Con ojos rasgados o con ojos enormes, creer para ver. Si no creés en nada, en nadie... ¿qué pretendés? No esperes tanto del sol: solo no puede.

Hay tanto enojado crónico. Tanto quejoso serial... Uf. Y yo que me pongo contenta porque hoy pisé el pasto por un par de horas. Y me sumergí. Y había sol, agua, árboles, amigos, bebés... Mate, palmeritas y pan de queso. Yo creo y veo. La felicidad dura un instante que se extiende por siglos. A veces me siento muy afortunada.

(Si no querés, no querés.)

El color rojo me ayuda a creer. Por eso siempre lo tengo a mano. Tal vez me sirva para recordar que existe la sangre, que sin ella no viviría y que vivir me hace feliz aunque a veces me duela. Masoquismo del ser, ponele.

Estoy practicando el no resentir. Soltar lo doloroso y dejar que me atraviese. Me vuelvo transparente y ya no duele más. ¿Y si mañana tengo un poco más de tiempo? El tiempo, a veces, cura.

(¡Hay mar cerca!)

No quiero entender nada más. Basta de esforzarte por saber. El tic-tac es tic-tac. Recién dijo Mollo: "El único paso que importa es el próximo" o algo así. No mires tan allá.

Tantos años pensando. Ahora me toca des-pensar.

Agua por dentro. Agua por fuera. Es coherente que a veces me sienta isla. Despeinada, como una palmera. Con tos de garganta con arena. Pero si soy isla no quiero llamarme "Santa". No. Pónganme... Mmmm... Como quieran. "Santa", no.

Y volviendo al sol, y a que siempre está: que esté no significa que lo veas. Si los anteojos son demasiado oscuros, te lo perdés. Si son muy claros, te encandila. Fijate. Es un tema de equilibrio, como casi todo.

Es importante que veas bien. Muy importante. ¿Te detuviste a observar a los árboles? Hacelo, sobre todo cuando sopla un viento suave y el sol se filtra intermitente entre las hojas. Brillan. Susurran. Cantan. Protegen. Abrazan sin brazos.

El verde es un buen color para dejar de pensar.

domingo, 19 de octubre de 2014

Llena de rulos dorados


Cada peldaño del tobogán al que me subo toda vez que me lanzo a escribir tiene hoy tu imagen. Es que está terminando el día en que se cumple un año de tu muerte. Tu muerte. Qué ridiculez. Cada vez me parece más y más ridícula la muerte. ¿Qué quiere decir "muerte"? ¿Que dejaste de respirar? Ahá. Mirá vos... Estoy más enojada que triste. No sé. Si morir es desaparecer, eso está solo en los papeles porque para mí no te vas, amigo. No te vas.

Pero te fuiste aunque a mí me enoje. No hacía falta. Ya había aprendido que la vida casi nunca es lo que yo espero. No hacía falta perderte. Y hoy no tengo ganas de ponerte flores. Hoy estoy enojada. Porque no entiendo.

Tantas veces te habrás reído de mis enojos. Te reconocías ahí: nos parecíamos.

Si sigo en esta dirección voy a empezar a escribir una catarata de malas palabras. Porque ya lloré muchas veces. Y no se me pasa.

Pero si no encuentro un bálsamo que me ayude a suavizar, tu muerte no va a servir nada más que para amargar la vida de los que te quisimos. Y eso no es justo, no te hubiera gustado. Así que cierro esta página y arranco desde arriba.

...

¿Vos conociste al Freddie Mercury de Balvanera? Acabo de escucharlo cantar. Una mezcla del líder de Queen con licor de huevo y una pizca de Sandro. Qué se yo. Qué fácil es para algunos encantar. Y para otros disfrutar. ¿O es una puesta en escena? ¿Una parodia del sentirse feliz? Aunque me esfuerce voy a drenar acidez hoy. Tal vez si hago la vertical contra la pared y veo todo al revés pueda arrancar un día feliz. No sé. No me animo. Hace mucho que no lo intento y me temo que pueda terminar mal.

1, 2, ultraviolento-o...

No me reconocerías. He sido tan temerosa que cada vez me animo a más cosas. Desde hace un tiempo estoy jugando a decir lo primero que me viene a la cabeza, o a escribir sin pensar. Menos mal que practico yoga y nado, nado, nado. Nada, nada, nada.

Nada, nada, nada.

La nada no existe. Tanto gurú de manual... Tanto pre-fabricado. Extraño tu digo-lo-que-se-me-canta. Te extraño.

Va de nuevo: si no encuentro un bálsamo que me ayude a suavizar, tu muerte no va a servir nada más que para amargar la vida de los que te quisimos. En el show había una bebé. Preciosa. Llena de rulos dorados y con ojos negros y penetrantes. Estaba a upa de su mamá. Aplaudía y giraba la cabecita para buscar mi mirada. Y señalaba. Lo repitió muchas veces, hasta que se durmió. 

Tu alma andaba cerquita. Yo creo en eso. Te quiero.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Antirreflex


Antes de que salga el sol voy a pedir mil deseos: uno para cada rayito. Aceitunas, Besos, Celestines, Dunas, Estrellas, Fresias... y así, hasta concluir con todas las letras del abecedario. Me gustan las letras, me gustan las palabras. Me gusta el silencio y la música que me ayuda a entender para qué. ¿Para qué?

No hay nada más profundo que un cielo. Un cielo celeste, o tormentoso. El cielo de las miradas profundas que te ayudan a entender para qué.

Mil carcajadas francas tienen la fuerza de mil trenes. A mí me gustan los trenes. Mirar por la ventana del tren es como estar en el cine. Cine de suspenso, de acción. Una película romántica de vez en cuando... Y otra vez el cielo profundo.

Cuánto tiempo más llevará... Los brazos abiertos y relajados. El corazón, sereno. Los pies en el agua tibia y transparente, y la certeza de que pronto llegará.

No se desesperen, locos, que todo va a andar bien... 

En las canciones que te transforman el alma están las respuestas a todo. Yo te diría que ya no hace falta preguntar. Podríamos quedarnos callados para siempre y alcanzaría con la mirada, "Los Ojos" de los que habla Spinetta.

Nunca sé cómo llego hasta acá... The long and winding road that leads to your door... Seguiré soltando, largando este lastre de corazones rotos. El corazón se recicla: nada se pierde, todo se transforma. Venecitas (y no solo de color rojo pasión) y dibujos asimétricos: no te queda otra que resolver tu TOC. Vos de flaca no tenés nada.

Creo que lo mejor va a ser ir por tierra. Sí, por tierra. Y volar, y aterrizar. Y nadar, y aterrizar con escafandra submarina. Hay realidad aumentada debajo del agua: sirena con patas.

Mis antiparras son antirreflex.

Allá a lo lejos puedes escuchar
A un amor de primavera
Que anda dando vueltas
Que anda dando vueltas...

Sirena con patas haciendo la plancha. Silencio. A dormir.

domingo, 31 de agosto de 2014

Buda


Ya entendí que no tengo por qué saber. Que suponer es una pérdida de tiempo. Que si puedo, pregunto. Si no hay respuesta, sigo de largo. Al final aprendí a conducir. No tengo cuatro ruedas, tengo dos piernas, dos brazos, mil millones de antenas... Un insecto encantador.

Pero, ¿por qué insecto? Sí, a mí me gusta volar. También me gusta soñar. Pero ya no tanto. Porque, ¿viste?, "los sueños, sueños son". Prefiero tu carita llena de dientes, tus ojos curiosos y tus manos fuertes. Y las tuyas, también. Y las de más allá. Y las mías, claro.

¿Sin música? Ni loca. Loca estaría. O peor: deprimida. Escuchando me escucho. Escucho todo lo que necesito: me alimenta más que el Nestum. Y de repente, despego. Y ya ni sé qué era lo que me preocupaba... ¿qué era?... ... ...

Y otra vez antiparras a mí. Veo todo, entiendo todo. Llego adonde quiero, me estiro y toco el borde que ahora es orilla y mañana, horizonte. Y el techo no existe, y el cielo me abraza y las nubes bailan a mi ritmo. Y otra vez me acuerdo de vos. Y otra vez me olvido. Y no pienso más. Me río a carcajadas.

Inspirar. Exhalar. Hoy duermo con Buda. ¿Qué más puedo necesitar?

sábado, 26 de julio de 2014

Sha-la-lá


No se me ocurre nada. Nada de nada. "Nada anda, Dana". Adan. Eva. Hoja de parra tapa tu sexo. Hoja botona, hoja censura. Bueno, tampoco es cuestión de andar mostrándose a todo el mundo, porque sí.

No me gusta el frío, no podría andar desnuda en invierno. El invierno me obliga a taparme. ¿A esconderme? No, no quiero. No me escondo. "Punto y coma, el que no se escondió se embroma. Zapatilla de goma".

Un bache tras otro: eso es este texto. Estoy un poco muda. Y no hay ruido. Solo me queda un poco de tos y un recuerdo bastante lejano de vos, que ya no me duele. No quiero usar curitas, que me cure el viento. Me visto de indio y salgo a caminar. Y las plumas empiezan a brotar sin que me dé cuenta. Soy indio, pájaro y almohada. Guau... (y perro).

A veces me gustaría ser perro. Tener un lindo colchón cerca de la estufa, y recibir un mimo sólo con mover la cola. Que me saquen a pasear (sin correa) si pongo ojitos tristes y no muerdo. Ir de vacaciones a la playa y juntarme con los perros asoleados, bañarme un poco en el mar y que después me saquen la arena para llevarme en la luneta del auto.

Hoy no hay nada profundo que decir: me quedo en la superficie. Miro todo sin aumento y no hay cornisa. Dejame mesetear un poco, ¿querés? Y hago de cuenta que la tengo re-clara con el surf, que me gustan las canciones sha-la-lá y que el mondongo no existe. Que las guerras son de ficción y que nadie es capaz de matar a otro, mucho menos torturar. Que todos los niños del mundo son felices, bien tratados, juegan y cantan y no tienen que trabajar. Que el amor verdadero existe (yo siempre creo que sí).

Todavía no pude salir del abrazo de mi abrigo. Tengo puesta la bufanda. Pero el verano llegará.

[Sha-la-lá,
Sha-la-lá]

Me falta algo. ¿O tengo demás? ¿Pollo o pasta? ¿Norte o sur? Apurate que me aburro. Mientras tanto, me sueño. Doblando la esquina de mi alma hay un cerro pequeño. Es bajito, pero desde ahí puedo ver todo. Todo lo que necesito. Encuentro amor donde hay. Ya no me meto en laberintos inútiles. Y si entro, miro y salgo. Y si me enredé, hago un Verónica Castro rapidito y vuelvo a mí: Mimí.

...

Ya está.

sábado, 14 de junio de 2014

Y solo existían las flores


Es como subirme a un tobogán que no sé dónde concluye. O sembrar semillas de habichuela gigante desconociendo hasta dónde crecerán. Es miedo y alegría, y un montón de pánicos maravillosos y una pared alta pero transparente que me frena pero me invita a atravesar... la. A atravesarte. Vos sos transparente, yo soy transparente: nadie nos ve.

Pero si te cruzo, saludame. No me des vuelta la cara, por favor. Pongo música ya mismo y vas a ver (...). Ahora sí: magia. Magia sin galera, magia sin conejo: magia sin mago. Me quedan 54 minutos de cielo. Y después... volver.

Me tiemblan un poco las manos. Se me deshace el corazón al escuchar. Es que me desmorono cuando dejo de pensar. Y me voy: ya no pienso. Y qué poquísimo me importa el deber ser. Soy alta, soy grande, soy yo-yó por un rato. Un ratito. Me saco el traje de geisha y me vuelvo samurai. ¿Te acordás de "The Wall", de esos dibujos torturados que pasaban de flor a sexo y de sexo a monstruo? Así soy yo. Pero con Roger Waters no tengo nada que ver. Yo al bajo ya lo largué... ¡y él miente cuando hace playback!

[Silencio.]

Perdí el hilo. Volvió el capitalismo en medio de la emoción. Qué mezcla. Qué asco. Qué paz que pueda encontrarme, aunque tenga que revolver y revolver. Y tirarme al piso boca arriba para caer sin golpearme. Si tuviera mar cerca nunca me dolería. Bah, sí me dolería. Pero vería el sol aunque fuera de noche. Y, a lo mejor, podría construir mi propio podio y dejar de premiarte por cualquier boludez. Estoy pensando en quedarme con la copa más grande, en colgarme mil medallas de aire para no encorvarme y poder seguir nadando hasta el infinito... si es que existe.

Me da la sensación de que voy a seguir escribiendo hasta que se corte la luz. La luz de mi cabeza. La luz del no pensar. ¿Vos me leés? ¿Vos me pensás? No me importaría que no me importe. Yo sé sentir. Estoy bendecida. A veces, desquiciada. Otras, enojada. Y otras, ¡feliz! Las medallas de aire me van a permitir flotar. Y te juro que no tomo drogas. Es una pérdida de tiempo volarte un rato de vos, si en algún momento tenés que volver...

[Música: te escucho, campeón.]

Qué fácil sería. Pero solo puedo apoyarme en lo que hay. Mi casillero de amores no correspondidos está completo, no hay más lugar. Es más: cerré con llave y la tiré, tuve el valor. ¿Ves? Pensé que nunca iba a poder. Pero soy un caballito de mar. Galopo entre olas y solo salgo a respirar. Me tiro de cabeza, pero sé bien que no puedo aguantar el aire hasta morir violeta. Salgo a respirar. ¡Salgo a respirar!

Y qué placer
cuando no hay nada
que pueda ver
y solo invento tu sonrisa
y apago así
toda agonía... ♫ ♪

domingo, 18 de mayo de 2014

Nunca sin almohada


Algunas veces siento que ser feliz es tan fácil... Abrís la ventana, mirás el cielo... Si hay mar, ¡mejor! Si tenés al amor cerca, casi perfecto. Tener al amor es, antes que nada, tenerte a vos. Desde ahí, podés construir casi infinitas cosas. Algunas pequeñas, otras muy grandes... Nada de eso –para mí– tiene que ver con lo material. El alma se alimenta de afectos, de colores, de melodías. De lo que podés hacer con lo que sos. De lo que podés ser con lo que hacés.

Los trabalenguas nunca han sido mi fuerte. Se me traba la lengua, literalmente. No importa, ya no quiero confusión. Quiero libertad y la tengo. Y encuentro amor porque (creo) que ya aprendí dónde no hay. Busco donde hay, y si me equivoco me voy. Ah: amor es muchas cosas. Muchas. Tantas. Infinito. Mirá el cielo. O el mar. En el ombligo, no hay.

El ombligo sirve para que recuerdes de dónde venís: de un lugar que no recordás. Es decir que tu origen (más allá de lo obvio) es muy incierto. Entonces: ¿por qué creemos que el destino está marcado? Tanta cabeza... ¿para qué? Se puede volar sin alas, se puede cantar sin voz, se puede soñar, ¡pero nunca sin almohada!

Qué felicidad me da ser feliz. Sentirme fácil. Liviana. Estar contenta porque hay chocolate o sol. Te extraño tanto que a veces lloro de repente, apoyada en la pared. Dura quince, veinte segundos y sigo viviendo como si nada, para encontrarme otra vez con la música que me heredaste, que te agradezco más que mil mansiones... Solo querría que existiera la forma de volver a sentir que quedo atrapada en la colcha que ajustás con precisión de ingeniero para que me duerma protegida, segura, sabiendo que si necesito un abrazo me lo vas a dar...

El cielo tiene suerte de haberte recibido. Y yo te prometo que voy a ser lo más feliz que pueda hasta el último día de mi vida.

(20 segundos)

Mañana va a ser un día soleado.
Las fechas son convenciones.
Voy a ser lo más feliz que pueda: amor es eso también.

sábado, 5 de abril de 2014

Colorín, colorado


Me enamoro y te vas. Llegás y partís. Te encuentro pero no estás. Ufa. Es que no te encontré, eras una ilusión. Vaivén constante, como el mar. Bueno, no te enojes. Me gusta pensar que sí-sisisí-sisisí. Ya no tengo expectativas pero sí un montón de fantasías. Qué alivio.

Encontré una pluma. Algún pájaro la perdió. ¿O la habrá dejado en mi camino? No sé: yo me la puse en la cabeza y empecé uououououó como los indios. ¿Será el espíritu de la abuela Rosalía Oviedo? Ella era indígena de verdad.

Quiero ese cóctel. Mi cóctel de boinas, plumas y unos barcos llegando al nuevo puerto. Palabras fuertes con voz suave: esa es mi herencia. Y canto para que suenen mejor. ¿Quién me querrá escuchar? ¿Podrá salvarme el Chapulín Colorado? Yo contaba con su astucia...

Y colorín, colorado, ese cuento se terminó. Me compré un libro nuevo pero las páginas son todas de distintos colores y están muy desordenadas (¡al fin!). Casi no incluyen palabras, sí muchos dibujos: algunos para colorear. Puedo usar lápices, pero prefiero mis manos. Y mis pies. Y muchos pétalos que cuando se marchitan cambian de color, pero siguen oliendo bien.

Ahhhh... Suspiros primaverales de otoño.

–¡Dame la P! 
–Te doy la P
–¡Dame la L! 
–Te doy la L
–¡Dame la A!
–Te doy la A
–¡Dame la Y!
–Te doy la Y
–¡Dame la A!
–Te doy la A

¿Qué queda?
¡Más fuerte!

Playa. Playa. Playa.
Sigo deseando: voy encontrando.

sábado, 8 de marzo de 2014

Patito de hule


Cuando escribo me siento libre. En realidad, casi siempre me siento libre. De decir. De hacer. De pensar. Y ya me acostumbré. Y me resulta desesperante percibir con cuántas imposiciones se vive... en general. Voy a seguir insistiendo. Para que mi cabeza se flexibilice. Me cuesta, porque algunos moldes son tan difíciles de romper... Pero puedo. Yo sé que sí. Aunque la vehemencia me cueste muy caro. Aunque a veces sienta que el precio es alto, creo que vale la pena... Porque... ¿sabés qué? Yo me quiero, me respeto y me gusto. No es poco.

Construir un bote fuerte lleva tiempo. Aunque no sepa navegar, soy mujer de mar. Sin dudas. Así que, sé. No de todo, ni pretendo. Me aburren los sabihondos. Tanto... El sabihondo no tiene matices... Como una tela pintada de un solo color. Puede ser muy posmoderno, pero a mí nada me pasa con eso. Es que aunque voy encontrando nuevas caretas para arrancarme, siempre aparece otra más... Entonces, le buscaré el piolín para desatarla y que caiga.

Sí: lo confieso. Detesto el corso. Aunque más de una vez me he disfrazado, claro... Y lo único que encontré fue infelicidad. Una espantosa sensación de estar muy sola, debajo del agua y apretándome la nariz para no ahogarme... ¡Es por eso que no me gustan las fiestas de disfraces! ¡Mirá lo que vengo a descubrir con la punta de mis dedos! Eso no es cabeza: es tacto. Tecleando, tecleando la cabeza se desboca y salen a flote camalotes de colores... que brillan bajo la luz del monitor.

Al agua, pato. Siempre al agua. Con plumas, de hule, como venga. Pero siempre al agua.

domingo, 16 de febrero de 2014

Salamanca non presta


Hay mucho, mucho viento. Sopla y canta. Dice que está cansado de despeinar gente, que no debería ser necesario tener que hacerlo, que todos tendríamos que aprender a estar despeinados y felices. Que tanto peine no alinea los pensamientos, que es inútil plancharse el pelo, que "lo que natura non da, Salamanca non presta"... Eso ya lo aprendí, por eso nunca me peino demasiado.

Ahora dice que el frío no tiene nada que ver con el clima, y que el amor es cálido más allá de la temperatura. "No están entendiendo nada de nada", repite. Que Mary Poppins no es una historia de ficción, pero que el paraguas es meramente decorativo: para volar no hace falta. Que el vuelo tiene que ver con la combustión que crean el alma, el corazón y la mente cuando se alinean. Alineación y balanceo, bah.

Que el hombre SÍ puede volar, y que nos hicieron creer que no para que... ¿para qué? Me perdí. Se fue. Ya va a volver. Viene a menudo por mi balcón. Me despeina las macetas, me desordena las regaderas y hace bailar al tender. Qué loco...

Siempre, siempre lo recibo con alegría, salvo cuando está tan enojado que me asusta. En fin: así son las pasiones, ¿no?

¿Sí o no? ¿Me estás preguntando? ¿Me estás respondiendo?

...

No sabe. No contesta.

martes, 28 de enero de 2014

Caballitos de mar


El mar no me habla específicamente a mí. Sería muy soberbia si creyera eso. Yo escucho sus relatos desde mi sillita al sol. Y la vida se me ilumina, se me oscurece, tengo frío, tengo calor...

En la playa no hay secretos, histerias, estrategias ni posturas. Nada de eso. No para mí. Vida pura, fácil. Subo el médano, lo bajo, llego a la costa, me mojo los pies. Si el mar está tranquilo y hace calor, entro. Si no, lo observo. Ya suficiente movimiento hay dentro de mí. Él sabe, no me obliga. Me da lo que yo necesito recibir.

Voy a encontrar la manera de estar cerca suyo más a menudo, porque ahí –casi siempre– soy feliz.

Ahora estoy en la ciudad. Me traje el cielo conmigo. Una parte, bah. Me alcanza hasta que vuelva a subir el médano, bajarlo, llegar a la costa y mojarme los pies.

(Un secreto: cuando miro el mar –después de un rato– encuentro a mis queridos que ya no están. Sin tristeza. En la espuma. Siempre sonrientes y disfrazados de caballitos de mar.)